No puedo evitarlo. Veo algo en el suelo, me agacho con un movimiento que intenta (y no consigue) ser fluido y natural. Recojo un envoltorio blanco que contiene una de esas chorradas que regalan con los pastelitos o los paquetes de aperitivos. Lo abro y encuentro esto:
Saco una moneda y rasco el espacio gris de los mensajes secretos, algo que me fascina desde niño. Y aparece esto:
La paradoja del recogedor de chorradas callejeras.
Nota: he manipulado la primera imagen en aras del suspense.
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