Esta no es una de esas historias de tercera mano sobre alguien que conoce a alguien a quien alguien le contó algo. No. Yo vi a una chica probar un café en una cafetería de Lacoru y sacar una cucaracha de su boca. La cucará-cha, la cucará-cha ya no puede caminar... Están ahí, siempre, aunque no las veamos. Y las ratas también.