Hace unos años recibí por mi 35 cumpleaños uno de los mejores regalos que me han hecho: aceptaron mi solicitud para participar en un curso de cine sin cámara impartido por Antoni Pinent en la filmoteca gallega, el Centro Galego de Artes da Imaxe. Mi experiencia en algo parecido a ese campo se limitaba a la fotografía sin cámara y las películas que había visto en el CGAI pero, dado que me aceptó, el profesor debió de valorarla. Bendito sea por ello. Además de mucha información sobre las distintas formas en que se había utilizado el celuloide desde el mismo origen del cine (manipulación del celuloide, remontaje de metraje ajeno, animación fotograma a fotograma…) mis compañeros y yo pudimos practicar todas esas técnicas con celuloide de 35 milímetros, moviola y demás maravillas. Hasta nos acompañaron y ayudaron los proyeccionistas.
Descubrimos sobre la marcha lo increíblemente laborioso que
es trabajar fotograma a fotograma. Descubrimos lo que significa realizar 24
imágenes para cada segundo. Incluso hacer los títulos de crédito para nuestra bobina resultó ser toda una hazaña. Y eso saltándonos a la torera la
planificación, la minuciosidad y la pulcritud que exigen ese medio y esas
técnicas. Sólo dispusimos de unas horas; muchos no teníamos ninguna experiencia
con el medio; trabajamos con el material que nos proporcionaron el profesor y
el CGAI… pero pudimos poner a prueba muchas de las técnicas que habíamos visto
aplicar a los Grandes Maestros.
La guinda del pastel de cumpleaños fue la proyección en la
sala de cine del CGAI de todas nuestras humildes, chapuceras, minúsculas y
apresuradas piezas reunidas en una modesta bobina. En esa sala había visto antes
y he visto desde entonces mil joyas de todas las vertientes que abarca el término
“cine”. Y en esa misma pantalla pude ver mi miniatura animada, mi manipulación
apresurada, mi intento de coloreado… y mi Obra Maestra Conceptual.
Mi Obra Maestra Conceptual es una minipelícula realizada ensamblando únicamente fotogramas oscuros
y transparentes. Perforé algunos fotogramas concretos y los cubrí con las lentillas
usadas que había ido guardando desde hacía años. Sí, ya sé que soy raro, pero
esas cosas siempre me acaban sirviendo para algo. Pues con todo eso creé una
salva de destellos con la que celebrar mi 35 cumpleaños y agradecer al CGAI todo
lo que me había dado. Todo parecía encajar: mi 35 cumpleaños con los 35
milímetros; mi apellido con las
lentillas; los posos de todo lo visto allí, depositados simbólicamente en las lentillas,
filtrando la luz del mismo proyector sobre la misma pantalla… Pude experimentar
de otra forma la magia del cine y mis vivencias como espectador y protocineasta
en la misma sala después de pasar varios días en las míticas catacumbas del CGAI.
Para mí fue un momento mágico.
El final de la historia es igual de hermoso y simbólico. Nuestra
humilde bobina volvió a las catacumbas del CGAI. Quizá esté perfectamente
referenciada junto a alguna obra maestra de verdad o quizá esté traspapelada en
algún estante. Quizá dentro de muchos años alguien la descubra y se eche unas
risas con nuestros balbuceos fílmicos. Cuenta la leyenda que existe un vídeo de
la proyección. Para mí lo importante es que un día mi Obra Maestra Conceptual fue proyectada en el CGAI y estuve allí para
verla.
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