Últimamente no paro de encontrarme con "Las Meninas". La frikada del mes ha sido la posibilidad de ver varias obras maestras del Museo del Prado con un detalle apabullante. A estas alturas no vamos a descubrir que "Las Meninas" es ............ (añadan lo que gusten) pero aprovecharé su presencia en los titulares de prensa para comentar algunos detalles que me sorprendieron cuando di con ellos por casualidad hace algún tiempo y que han incrementado aún más mi interés por esta obra.
¿Qué dirían si les cuento que el mensaje del cuadro se encuentra en la mitad superior del mismo? Sí, donde no hay ninguna figura humana, justo por encima de las cabezas.
En un párrafo de "El cuadro dentro del cuadro" (Julián Gallego, ed. Cátedra, 1978), el autor habla del posible simbolismo de las dos obras que aparecen frontalmente en las Meninas. Lo citaré tal cual porque no tiene desperdicio.
"Como la inclusión de un cuadro dentro de un cuadro había llegado a ser, en el siglo XVII, una costumbre, nadie pidió explicaciones a Velázquez sobre los cuadros, muy desdibujados y penumbrosos, que cuelgan en la pared del fondo de Las Meninas. Sin embargo, en ellos está la clave del tema. Uno representa Minerva y Aracné, el otro Apolo y Marsias, según copias de Mazo de sendos originales de Rubens y Jordaens. Pensemos en los temas: Aracné, tapicera artesana, que quiso competir con el arte sublime de Minerva, pintora, fue convertida por ésta en araña, animal que no sabe hacer sino una trama; Apolo, músico divino, castigó a Midas, que había preferido al rústico Marsias, músico zafio, a llevar orejas de asno. Triunfo del divino arte sobre el arte manual, de la idea sobre la realización. Charles de Tolnay (en un magnífico ensayo publicado en 1949 en la Gazette des Beaux Arts) interpreta, a la luz de esos cuadros borrosos, Las Meninas no ya como una improvisación cuasifotográfica, anacrónicamente atribuida a un pintor del siglo XVII, sino como una apología de la pintura, en un momento en que su carácter liberal no era admitido sin oposición feroz por parte de ciertos nobles. Velázquez, pincel en mano, pero sin aplicarlo al lienzo invisible [...], nos aparece en el momento de la creación, del disegno interno que diferencia al arte, plasmación de una idea, de los oficios viles. Y las historias representadas en los cuadros del fondo, veladas por la contradictoria intención imitativa y paradójica del sevillano, son la ilustración de esa superioridad, que pone al pintor al nivel de los mismos Reyes. Reyes que, ausentes de la tela, pero presentes a través del espejo, son los únicos que al mirarlo no han de asombrarse de ver reflejarse al fondo sus efigies".
¿Qué dirían si les cuento que el mensaje del cuadro se encuentra en la mitad superior del mismo? Sí, donde no hay ninguna figura humana, justo por encima de las cabezas.
En un párrafo de "El cuadro dentro del cuadro" (Julián Gallego, ed. Cátedra, 1978), el autor habla del posible simbolismo de las dos obras que aparecen frontalmente en las Meninas. Lo citaré tal cual porque no tiene desperdicio.
"Como la inclusión de un cuadro dentro de un cuadro había llegado a ser, en el siglo XVII, una costumbre, nadie pidió explicaciones a Velázquez sobre los cuadros, muy desdibujados y penumbrosos, que cuelgan en la pared del fondo de Las Meninas. Sin embargo, en ellos está la clave del tema. Uno representa Minerva y Aracné, el otro Apolo y Marsias, según copias de Mazo de sendos originales de Rubens y Jordaens. Pensemos en los temas: Aracné, tapicera artesana, que quiso competir con el arte sublime de Minerva, pintora, fue convertida por ésta en araña, animal que no sabe hacer sino una trama; Apolo, músico divino, castigó a Midas, que había preferido al rústico Marsias, músico zafio, a llevar orejas de asno. Triunfo del divino arte sobre el arte manual, de la idea sobre la realización. Charles de Tolnay (en un magnífico ensayo publicado en 1949 en la Gazette des Beaux Arts) interpreta, a la luz de esos cuadros borrosos, Las Meninas no ya como una improvisación cuasifotográfica, anacrónicamente atribuida a un pintor del siglo XVII, sino como una apología de la pintura, en un momento en que su carácter liberal no era admitido sin oposición feroz por parte de ciertos nobles. Velázquez, pincel en mano, pero sin aplicarlo al lienzo invisible [...], nos aparece en el momento de la creación, del disegno interno que diferencia al arte, plasmación de una idea, de los oficios viles. Y las historias representadas en los cuadros del fondo, veladas por la contradictoria intención imitativa y paradójica del sevillano, son la ilustración de esa superioridad, que pone al pintor al nivel de los mismos Reyes. Reyes que, ausentes de la tela, pero presentes a través del espejo, son los únicos que al mirarlo no han de asombrarse de ver reflejarse al fondo sus efigies".
2 comentarios :
¿Opinar es haber hecho bien los deberes, o los deberes de algunos son las opiniones de otros?
Yo no lo sé.
Mira esta Web y empieza a sintonizarte con Velázquez.
http://diegovelazquez.myweb.io
Un saludo de nacho.
Ni he opinado ni he hecho los deberes, sólo he mostrado algunos detalles que me sorprendieron.
Curiosamente, visité hace algún tiempo la página que recomiendas y no entendí ni jota. Lo he vuelto a hacer y, aunque es evidente que su autor o sus autores han hecho un gran esfuerzo y conocen a fondo la obra, sigo sin entender ni jota.
Vamos, que no he sintonizado.
Un saludo.
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